Abstract
Así como una rosa en medio de un rosal, todo ser humano está rodeado de espinas que lo hieren y con las que también hiere el corazón de otras personas. Heridas que duelen, frustran muchas ilusiones y generan no pocos mecanismos de defensa, pero que también pueden ser ocasión de encuentro con la propia vulnerabilidad, así como oportunidad para adquirir una mayor hondura existencial y fortalecer las relaciones interpersonales con el bálsamo del perdón. Las heridas de amor son especialmente profundas y dolorosas, pero al mismo tiempo renovadoras, cuando se convierten en rasgo esencial del propio itinerario espiritual, como en el caso de Etty Hillesum y Gregorio de Nisa, para quienes las heridas de amor son una grieta que les posibilitó tomar conciencia de sí mismos y de la presencia Divina que los habitaba en lo más profundo de sus corazones.